Las consecuencias son numerosas y pueden hechar a perder la convivencia familiar y social de la persona por ese problema.
La drogadicción provoca daños físicos y psíquicos. Por ejemplo, en el caso de la heroína, su consumo lleva aparejados problemas de contagio de graves enfermedades, como el SIDA o la hepatitis B.
También paraliza la maduración mental de la persona y su vida sólo depende de la dosis del día.
La persona drogadicta pierde su fuerza de voluntad y se vuelve apático, ansioso, triste, desinteresado tanto en cuestiones personales, como familiares, no intentan salir de la situación y no buscan objetivos. En la mayoría de los casos los pacientes que buscan rehabilitación van a centros gracias a terceras personas (bien familiares o amigos) nunca por su propio pie.
Por eso hay que buscar diversas maneras preventivas contra la drogadicción desde el punto de vista sanitario, social y legal.
Desde el punto de vista de la salud: hay que dar aún más información y mostrar la realidad del problema, no sólo hablar de ello.
Desde el punto de vista social: hay que luchar para combatir las condiciones de marginación, pobreza, exclusión social, que provocan las drogas en las personas.
Desde el punto de vista legal: hay que elaborar más leyes que repriman y castigan el uso de drogas y abrir más centros donde poder ayudar a las personas que sufran este problema.
Sobre todo hay que ayudar a las familias y prevenir la adicción desde la infancia prestando mayor atención a los niños y estar atentos a los posibles cambios de conducta que puedan ser alarmantes.
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